ESTE BLOG ESTA CREADO CON LA INTENCION DE COMPARTIR CON MIS SERES QUERIDOS ALGUNAS COSAS QUE ROBAN MI TIEMPO... ESPERO QUE LO DISFRUTEN TANTO COMO YO.

viernes, 9 de noviembre de 2007

A medida que uno va avanzando por el camino de la vida va abriendo puertas. Al principio, con entusiasmo, con rapidez, dando un caliente manotazo, con apuro por saber qué hay detrás, qué milagro, qué gesto amigable de una cara que parece que conociéramos desde hace mucho. Las puertas se abren, livianas, fáciles, sin chirriar, con la gracia de los abanicos y aparece el mundo, el hermoso mundo que se nos ofrece como una manzana ilustrada. Nos disponemos a creer y creer y seguir creyendo. Y entonces la primera mentira desvanece frente a nuestros ojos con un poco de luz. La primera mentira quita el azúcar al sabor de las frutas, nos duele en la piel, nos sacude. Detrás, a nuestra espalda, se ha cerrado una lejana puerta, la del cuarto aquel de la infancia en la que todo era verdad y los muñecos cobraban vida por la noche cambiándose de ropas y sitios. La primera mentira nos quita la inocencia y nos hace sentir miedo. Ya no nos lazamos a seguir abriendo puertas, como desesperados, como alegres chiquillos. Nuestro paso se hace más cauteloso, tomamos el picaporte con cuidado, abrimos lentamente, estamos precavidos y pensamos que tal vez nos aguarda otro dolor. Y a veces es dolor: algún silencio que nos humilla. Alguna lejanía, alguna muerte irreparable que nos hace pensar que alguna vez seremos nosotros, será nuestro nombre, nuestra quietud, nuestro fin. Cada vez que lloramos, cada vez el desencanto hace añicos los espejos… otra puerta se cierra a nuestras espaldas. Otra puerta del ayer. Y un espacio de nuestra vida queda encerrado para siempre. Una esperanza queda prisionera sin salida. Ahora, aquí, de pie frente a esta puerta, tiemblo. Vengo de dolorosos fracasos, vengo de dolorosas mentiras. No me fue fácil sonreír a veces. No me fue fácil convencerme de que la soledad se muere irremisiblemente cuando otra soledad se aprieta a la nuestra y le inyecta su propio dolor, su propia lágrima dispuesta a compartirla. Yo me entregue como se entrega el río a los brazos del mar. Yo me entregué como se entrega el trigo al vientre blanco de pan. Yo me entregué como se entrega la flor al golpe y la caricia de la lluvia. No me guardé ni un gesto ni una idea. Todo te lo di, cuando aún no te conocía, cuando ni te soñaba siquiera. Y ahora que estás, que estás allí, detrás de esta puerta, esperando, tengo miedo de abrirla. Si lo hago seré generosa conmigo, pero te causaré la pena de encontrarme vacía. Si no lo hago, me quedaré para siempre encerrada con este espacio mínimo, oscuro y sin belleza, cerrado por la puerta del ayer y por la del mañana. Y me debato, sufro, asumo mi llanto, me canto canciones de cuna como si fuera una niña muy pequeña que necesita que le canten para saberse querida. Las puertas que se han cerrado no pueden abrirse otra vez. Y esta que está delante de mí… la que podría salvarme no me atrevo a abrirla. Ya no la toco… y la puerta se abre lentamente…, entra una luz de afuera…, lo que creía vacío en mi se puebla de ternura, de música, de tus ojos mirándome y tus manos estirándose hacia mí. Has abierto la puerta. Has venido a buscarme. Caminas hacia mí, me tomas del brazo, me sacas de esta incertidumbre y este llanto. Esta puerta que has abierto, esta puerta que traspongo con paso vacilante por la emoción y con los ojos enceguecidos por la luz, se que me conducirá a terribles batallas. Pero soy feliz porque las batallas no serán de soledad y ausencia, sino duras batallas cotidianas entre dos seres que tendrán que vencerse a sí mismos muchas veces hasta formar el círculo perfecto de la felicidad.

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